31 de agosto de 2011

Confesiones de un vampirologo. Parte I

Vía: La Pirateca

Autor: Carlos Camaleón


A menudo me preguntan si he tenido encuentros extraños con vampiros o casos extravagantes como se estila de manera popular en nuestra moda contemporánea. Que si tengo un grupo de gente vigilando zonas del país donde hay dichas criaturas o si las puedo convocar para programas de tv o si cuento con videos o psicofonías. Como especialista me parece risible este asunto de andar “cazando vampiros” por ahí. 

La sed colectiva de mitos y vivificarlos ha llegado al extremo de que algunos jóvenes, alertados por rumores, relatan casos “reales” de vampirismo que hay que investigar. Así me ocurrió una vez en la Casa Jaime Sabines donde impartía un curso sobre literatura de Vampiros y un chico habló sobre un caso que narraron en la radio, sobre vampiros que acechan en la estación del metro Barranca del Muerto. La cosa me pareció una broma, pero era en serio. Sin embargo yo conocía el programa de Iñaki Manero, “En los cuernos de la Luna”. Ahí se dio lectura a un muy buen cuento mexicano titulado: “No se duerma en el Metro”, que también vi publicado en Revista de Revistas del periódico Excélsior en sus especiales sobre vampiros. Pero el cuento es eso: un cuento. Su dramatización en radio, aunada a lo despistado que estaba el oyente, le hicieron creer que se trataba de un caso real. El chico no entendió como no pudo convencerme, trató de animar a sus compañeros para formar un quipo y salir a buscar a los vampiros a las 12 de la noche, en el último tren, hasta el hangar de una de las estaciones de metro más profundas de la Tierra. Su plan era llevar estacas, ajos, agua bendita y lograr ser como los inolvidables hermanos “frog” de Los Muchachos Perdidos de Joel Shumaeker. Años después fui invitado a otro programa de Iñaki Manero, ya no sobre vampiros, pero que dio oportunidad de difusión de uno de los Festivales Vampíricos que promuevo. 

Fuera del aire le comenté el caso y le pareció curioso. Me dijo que incluso le gustaría recuperar ese cuento. Supongo que debe ser un poco costumbre escuchar de personas así cuando tienes un medio de comunicación.

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