El artista australiano y su
banda, The Bad Seeds, tocarán la noche de este martes 19 de febrero por segunda
ocasión en el Plaza Condesa —y en México—, con motivo de la presentación de su
décimo quinto álbum, Push the Sky Away.
Ayer por la mañana el cantante, compositor,
escritor y guionista estuvo en el Museo Universitario del Chopo, donde conversó
con poco más de 200 personas en el Foro del Dinosaurio, acompañado por el
editor de Sexto Piso, Diego Rabasa, y el locutor de Reactor 105, Raúl David
Vázquez, Rulo.
I
Santo
Nick Cave se presentó la noche
del lunes 18 de febrero por primera vez en México. Fue en el Plaza Condesa,
acompañado de su banda, The Bad Seeds, con taquilla agotada. Adentro, una
marabunta de poco menos de 2 mil personas tapizaron el lugar. Afuera, los
precios de la reventa alcanzaron hasta mil 500 pesos. Adentro, a las 21 horas, iniciaron los
primeros acordes de We Know Who U R, la canción que abre el último disco de Cave,
Push the Sky Away. Y lo que ocurrió a continuación constituyó la liturgia del
concierto.
El frontman de The Bad Seeds es
cristiano. Y por ello, referencias místicas enriquecen su poética de tintes
oscuros… a veces infernales. Pero lo que sucede ahora mismo, cuando Cave se
acerca a la audiencia ubicada al frente del escenario, remite a una alegoría:
abajo, las manos se extienden, con los dedos encrispados, tensas por el
esfuerzo para alcanzar, tocar, aferrarse a la mano del que está arriba, es
decir, de Cave, quien rodeado de tantas extremidades sin rostro, asemeja a un
santo que recibe plegarias desesperadas de las almas que purgan sus penas.
Es un santo con facha de dandy,
vestido de riguroso negro desde el cabello hasta los zapatos. En una mano
sostiene el micrófono que amplifica su desesperada, susurrante, catártica voz,
y con la otra responde al tacto de las manos anónimas que forman un estrecho
cerco alrededor de él. Tras la figura de Cave, al fondo del escenario,
están The Bad Seeds: Warren Ellis
(violín), Martyn Casey (bajo), Barry Adamson (quien sustituye a Thomas Wylder
en la batería), Jim Sclavunos (percusiones)
y Conway Savage (teclados); son
quienes acompañan en los coros a Cave. Es eso, los coros, las manos, la música,
la distinción sonora de cada instrumento, la sombra de Cave proyectada y
amplificada sobre la pared, lo que brinda al momento cierto barniz de
teatralidad, de evocación a lo celeste o lo inframundano, pero no a lo
terrenal.
II
¿Ha recibido mi carta, señor Cave?
Horas antes del concierto de Cave
en el Plaza Condesa, el cantante se presentó en el Museo Universitario del
Chopo, en una charla gratuita ante unas 250 personas. Conducida por el editor
de Sexto Piso, Diego Rabasa, y el locutor radiofónico, Raúl David Vázquez,
conocido como Rulo, la charla se centró en su carrera musical y literaria.
Cave ha escrito dos novelas: And
The Ass Saw the Angel y The Dead of Bunny Munro (editada en México por Océano);
ha realizado algunos guiones cinematográficos (Ghost of the Civil Dead, The
Proposition y Lawless), y ha actuado en películas, como Las alas del deseo, de
Wim Wenders o El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, de Andrew
Dominik. Después de un par de preguntas sobre la escritura, sus procesos para
componer y las alegorías en sus canciones, Nick Cave choca las manos al tiempo
que pide comenzar con las preguntas del público.
—Es mucho más divertido —dice. Y cada palabra es traducida
simultáneamente a través de los audífonos con los que cuentan los asistentes.
Cave es un australiano de gestos refinados, ligeramente
irónicos. Sentado en medio de los entrevistadores, vestido de un traje sastre
impecable y lentes oscuros que cuelgan de su camisa desabotonada, escucha a
Rabasa leer algunas de las preguntas que el público ha anotado en tarjetas. La
dinámica funciona por algunos minutos, hasta que la gente se turna para
preguntar directamente y en voz alta, sus dudas.
—¡No tengo boleto para su concierto esta noche y quiero
asistir! ¿Qué hago?
La voz proviene del fondo del Foro del dinosaurio, donde se
realiza la conferencia. Cave se encoge de hombros y extiende las palmas frente
a su torso.
—¡Qué mal, amigo! Yo…
—Cave guarda silencio escasos dos segundos, su boca se tuerce— …Yo no sé qué
hacer. ¿Tienes una guitarra a la mano? Podría cantarte una canción ahora mismo.
La charla sigue.
—¡Señor Cave! Yo no tengo una pregunta —la que habla es una
sonriente chica vestida de negro, con unas orejas de gato de peluche a cada
lado del cráneo—. Sólo quiero agradecerle por hacer mi vida mejor.
Ante la lluvia de aplausos eufóricos y la sonrisa de los
integrantes de la mesa, la chica eleva más su voz para hacer una petición:
—¡Por favor! ¡Permítame enseñarle mi trabajo!
Muy bien. Siguiente pregunta
Detrás de la chica-gato, hay un joven con enormes audífonos
reposando sobre sus hombros que se dirige a los entrevistadores.
—¡Yo tengo algo qué decir! ¿Podrían ayudarme a traducirlo
para el señor Cave?
Antes de que Rabasa y Rulo asienten, el chico, con una
emoción desbordada, pregunta:
—Señor Cave… ¿Ha recibido mis cartas?
Tras meditarlo durante dos segundos de silencio, los ojos
azulados de Cave se abren en una especie de sorpresa, como si acabara de
reconocer a un viejo conocido de quien de vez en cuando recibe noticias a
través del correo.
—¡Así que tú eres el mexicano!
III
Profesión: Rockero con actividades extracurriculares
Si el intercambio directo entre público y artista es la
parte divertida de las charlas, previamente hay que atravesar el sendero de la
seriedad. Nick Cave vino a México para presentar su décimo quinto álbum con The
Bad Seeds. La charla entre los presentadores y el artista inicia con una cita
de Julian Barnes sobre la escritura… y una explicación por parte de Cave de sus
propios procesos.
—Para escribir escojo un día en particular. Puede ser el uno
de marzo, a las dos de la tarde. Ese día me encierro en mi estudio y me dedico
sólo a escribir. Si aquello que redacto me hace sentir ansiedad, entonces sé
que está bien.
Sobre su incursión en otras áreas artísticas, Cave interrumpe
la pregunta, lapidario:
—Yo escribo canciones con The Bad Seeds… el resto de las
cosas que hago, son extracurriculares. Sí, quiero a mis novelas, pero al final
de cuentas, únicamente tengo dos. Más bien soy un cantante de rock… que ha
escrito dos libros.
También se ha involucrado en los guiones cinematográficos.
Cuando se le plantea, Cave retuerce su cuerpo discretamente.
—Escribir guiones es un trabajo de perros. No se lo
recomiendo a nadie, a menos de que vayan a dirigir. En realidad no me gusta
escribir guiones. Lo hago porque necesito retos y desafíos. Así que escribes un
guión, pero créanme que después de involucrarte seis meses con Hollywood,
regresas corriendo, gritando y muy feliz, a escribir música.
El regreso de Cave tardó cuatro años, desde el último álbum
Dig, Lazarus, dig!!! (2008). Esta noche, se presenta por segunda ocasión en el
Plaza Condesa, a las 21 horas, antes de continuar su gira en Los Ángeles y de
vuelta a Australia.
De México, dice, no ha tenido oportunidad de conocer gran
cosa:
—Llegamos a México y mi banda se enfermó. He estado en cama
dos días donde, lo único que he visto, ha sido a una afanadora y un desayuno
horrible. Pero tengo grandes anécdotas de Tijuana. Las estoy guardando para mi
tercer libro. Quizá lo titule: Tijuana, te amo.
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