20 de febrero de 2013

Crónica del primer concierto de NICK CAVE en México




http://www.m-x.com.mx/wp-content/uploads/2013/02/Nick-Cave-5.jpg


Por:Carlos Acuña

El evangelio según Nick Cave, México, DF, 18 de febrero.

La sombra se proyecta sobre el muro. En ella, contra las luces rojas y púrpuras, se dibuja el perfil bien definido de un hombre de frente amplia y hombros afilados. Sostiene el micrófono con ademanes delicados, precisos, la barbilla en alto, con solemne ironía. Es como un trozo de cielo nocturno que ha entrado en el recinto y que ahora resbala por las paredes con elegancia.

A unos cuantos metros, el dueño de esa sombra canta, declama, susurra. Dice algo sobre empujar el cielo, empujarlo lejos hasta perderlo de vista, y sus palabras se confunden con la melodía fúnebre, un órgano casi medieval que nos hace sentir parte de algo más íntimo. El Plaza Condesa, ese pequeño foro citadino, será transformado por una hora y media en una catedral en donde él, Nick Cave, oficiará misa.
 
He aquí al australiano de 55 años, sonrisa sarcástica y mirada eufórica que se anticipó con su música y sus letras al pomposo movimiento gótico. Una figura anacrónica, vestida con traje y camisa oscura, que se pavonea por el escenario con la mano en la cintura mientras las guitarras de Warren Ellis avivan un ritmo primitivo.

http://www.m-x.com.mx/wp-content/uploads/2013/02/Nick-Cave-9.jpg
http://www.m-x.com.mx/wp-content/uploads/2013/02/Nick-Cave-7.jpg
Cual apóstol del escenario, Cave se coloca al borde como si estuviera a punto de entrar al agua, pone un pie en el aire y su público, entregado a él, lo sostiene, lo levanta. Innumerables manos lo levantan en vilo. El profeta camina sobre un mar de manos, abriéndose paso por el purgatorio. Cave no lo duda, de inmediato toma una de esas manos, se inclina, busca las miradas de su rebaño, les canta al oído: Ya conoces la historia de la víbora, es larga, sinuosa y tiene un colmillo venenoso…

Hace varios meses que los boletos se agotaron. Hoy, la reventa multiplicó los precios a su antojo y anoche los fans acamparon en las afueras del Museo del Chopo para conseguir un lugar en la plática que Cave ofreció en lugar de la acostumbrada rueda de prensa. Todos los presentes se saben 
privilegiados de estar aquí. Es la primera vez que Cave se presenta en México y la euforia está justificada. Su nuevo álbum marca también su regreso con The Bad Seeds, luego de cinco años sin trabajar con ellos.

Una tras otra, cada canción seduce poco a poco a los presentes. A veces con furia, a veces con una delicadeza casi violenta, los Bad Seeds despliegan su repertorio: Into my arms, Jack The Ripper, Tupelo, Deanna, From her to eternity, The Mercy Seat y algunas más del flamante disco Push the sky away, Jubilee street.

El violín a veces frenético a veces sutil de Warren Ellis, el piano de Conway Savage, las percusiones demoledoras de Thomas Widler y de Jim Sclavunos —quien también fuera miembro de Sonic Youth y The Cramps—, el bajo de Martyn Casey, además del regreso de Barry Adamson, forman un terremoto sonoro ideal para que la voz de su líder se catapulte sin esfuerzo.

http://www.m-x.com.mx/wp-content/uploads/2013/02/Nick-Cave-3.jpg
Cave habla de mujeres, de hambre, de asesinos seriales, de la eternidad. Sentado al piano, anuncia: “Dios está en la casa” y al escucharlo de su voz nadie parece dudarlo. Sus palabras penetran con fuerza, su liturgia fecunda todos los oídos. El diablo y yo vamos abajo, abajo, abajo…, confiesa después, de nuevo con el pie en el aire, sostenido por decenas de manos como en una imagen bíblica.

Sobre el muro, otra vez la sombra parece avivarse, separarse de su dueño, como si la voz ahora saliera de ahí y no del músico de carne y hueso que está sobre el escenario. Una voz aterciopelada, grave, sinuosa y gutural. Por un instante, pareciera que Nick Cave, el cuerpo, la persona, la celebridad es también solo una sombra, un resto corpóreo de esa voz y de esas palabras que se agigantan en el micrófono.

En un principio fue el verbo. Al final es el silencio. La voz que se apaga como una vela y se lleva el cuerpo, la música y desaparece por completo.



No hay comentarios: