Por: Chava Rock
Minutos antes de que The Cure subiera este domingo al escenario del Foro Sol, un temblor nos sacudió un poco y esta vez no hubo temor, sino una fuerte unión de cerca de sesenta mil personas que gritamos de emoción, porque los temblores, nos hacen ya lo que el viento a Juárez, afortunadamente (queremos-debemos pensar).
“Advertencia: esta cura puede empezar con temblorina y resultar un tratamiento muuuuy largo (unas 4 horas). Pero...” Escribió este twitt Laura García (@Lauentuiter), la conocida traductora y pensante del programa de televisión 'La Dichosa Palabra…'. Así fue, The Cure brindó más de cuatro horas de concierto.
La banda subió al escenario y de inmediato recordé su primera actuación en nuestro país, en Monterrey (1992), aquella noche también abrió con 'Tape' (esa rola introductoria de sus conciertos), mientras que cada músico se acomodaba detrás de su instrumento, para soltar Open y High.
Robert Smith, vocalista y guitarrista de la banda inglesa The Cure/ (Foto AP/Marco Ug …
Ahora, 21 años después, el quinteto ofreció el concierto más completo que ha dado en México. No solo por la cantidad de temas, prácticamente una rola por cada vela en el pastel de Robert Smith, que este 21 de abril celebró 54 años. Sino por la forma en que se entregaron, tal y como lo han hecho en esta fabulosa y breve gira nombrada: LatAm.
Sabíamos que habría decenas de temas, los músicos vienen tocando 40 en cada fecha, pero en México, la última actuación del tour, dieron mucho más, y el regalo fue un cierre maravilloso: Robert Smith cantando solo en un lamento Three Imaginary Boys y Fire in Cairo. La guitarra fue el puente que nos llevó a ese viejo The Cure, al de la etapa post punk, ese grupo setentero que pudo ser un bastión de la contracultura, pero que su destino estaba trazado en otros terrenos.
Esos dos temas fueron la llave para entregarnos ese himno con que se abrió el decenio de los años 80: Boys Don’t Cry. Rola que fue su entrada a Estados Unidos y que detonó a un grupo que sigue siendo (The Cure “bien vale la pena un gerundio”, diría la periodista Mónica Maristain) el motor de diferentes generaciones.
Esas mismas que esta noche se dieron cita, viejos y jóvenes locos de sangre punky, algunos lucieron tan canosos como el extraordinario guitarrista, Reeves Gabrels, y otros tan jóvenes que tuvieron el tiempo de despeinar su cabello con aerosol, de blanquear sus morenos rostros y delinear sus ojos y labios. Todos esos ahora juntos ríen y cantan y bailan, pero no lloran, porque Robert nos canta que Los Chicos no lloran, aunque una lágrima disimuladamente se asome buscando una mejilla en la cual resbalar.
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